Y feliz Navidad ¡conchetumadre!
Invierno de 1996. Hablaba con Milagros en aquella academia tan horrible, un lunes cualquiera de un frío estremecedor. Ella era como un lunar en la clase, era una chica de verdad muy simpática de cuerpo delgado y una sonrisa enorme. No fumaba cigarrillos caros ni veía películas francesas todo el tiempo. Era más que otra cosa una chica muy simple y habladora, que conversó conmigo un par de veces antes de tomarme confianza. Luego me negué a dar el examen de admisión y (esto lo supe más tarde) ella ingresó en un buen puesto. Su carrera era Medicina, siempre me habló de su vocación y yo le hablé de la mía. No sabía nada de literatura así que desde un principio estuvimos condenados a hablar de otra cosa. Luego, un martes sin teléfono de noviembre, angustiado de leer siempre lo mismo, la busqué a su casa por la noche. Nunca había hecho tal cosa, sin embargo conocía un tanto el lugar. Su casa quedaba en una esquina de Miraflores y era un lugar muy bello, de ventanas grandes y un pórtico. Algunas luces iluminaban la entrada.
- Hola.
- ¿A quién busca?
- Busco a Milagros.
El papá de Milagros asintió.
- Claro, por supuesto.
Se fijó en la hora.
Adentro, el ambiente era agradable, se respiraba otro tipo de aire y había un reloj sumamente viejo que podía ver desde la entrada. Todo lo demás era como blanco y dorado.
El viejo parecía despistado y cojo. Llevaba, si mal no recuerdo, la ropa del trabajo y un periódico. No sonreía.
- ¿No crees, que es un poco tarde?
Yo estaba despeinado y sucio. Todavía me vestía como hippie.
- Son las nueve -balbuceé.
- Sí, ya lo sé. -El viejo me dio la espalda- Espera aquí un segundo.
Y creo que entró, buscándola.
Era un auto deportivo blanco. Se estacionó en la esquina que daba justo frente al parque y me hizo una seña. Creo que apenas me vio me reconoció.
- Pete.
- ¿Cómo estás?
Le entregué los veinte dólares.
- Muy bien, hermano.
Pete, cara de chulo, me entregó dos bolsitas llenas de cocaína. Era mucha cocaína brillante. Había otro tipo, al que creo no vi o no me fijé bien, pero con seguridad llevaba el pelo rubio hasta los hombros y estaba demasiado drogado.
- Pete, te has equivocado.
- ¿A qué te refieres?
Pete estaba muy apurado.
- Lo que yo te he comprado es marihuana no esta porquería.
Pete, cara de chulo, se ofuscó.
- Mira, huevón, esta no es una porquería de mierda, es la mejor coca de Lima imbésil.
El otro tío, el que cabeceaba, susurró:
- Ahhhhh...
Pete, cara de chulo me metió en el deportivo blanco y aceleró la marcha. Casi no alcancé a hacerle una seña a mis amigos.
- ¿Y ahora?
- Mierda, ¿quieres marihuana, ah? ¿en serio no quieres las bolsitas? Son de primera huevón.
Me sentí muy confundido.
- Yo lo único que quiero es fumar.
Abrí una de las bolsitas y caté la calidad del producto.
- ¿Qué tal?
- No siento mi lengua.
- Buena, ¿no?
El tío que cabeceaba se reía y repetía palabras como un loco.
- ¿Qué le pasa?
- Se ha metido un trip.
- Oh, ya veo.
- Mira, huevón. Mira lo que hago por ti. Iré a casa de un amigo cerca a la avenida Aviación. Allí conseguiremos tu hierba, ¿okey?
- Sí, muy bien Pete.
- Hijo de puta. No me digas Pete. Dime tío.
. Okey, tío. -Y en seguida, al otro sujeto- Oye, hermano, cómo se siente estar en trip.
- Piugishoy2isyh82yxknkkjapk{a.
- Ya veo.
Pasamos junto a una Pathfinder. Pete fumaba cigarrillo tras otro. En seguida cuadró en una esquina y se metió con un espejo y con unas cañitas un par de rayas. Bajó del deportivo blanco y me dijo que tuviera cuidado con el loco.
Tocó el timbre de una casa de rejas negras. Un par de señores de edad salieron. Negaron la presencia de alguien. Pete, que en realidad en ese momento tenía cara de chulo terrible, se puso sus anteojos de sol y esperó detrás del auto. Los señores de edad abandonaron el lugar en un Ford de antaño. En seguida salió alguien de la casa. Estaba en pijama. Pete y él acordaron algo. El tipo se metió en la casa y Pete terminó de fumar su cigarrillo.
- ¿Qué pasó?
- Viene con el paco.
El tipo de la casa salió apurado con una bata encima. Se metió al carro y celebró el estado de su amigo, el chico del ácido. Luego me enseñó el paco.
- ¿Qué te parece?
- Hummm, se ve muy buena pero creo que por veinte dólares es poco.
El tipo de la bata rió.
- Le parece poco.
Todos rieron. Pasamos por un parque que nunca había visto en mi vida. El tipo de la hierba buena pero escasa prendió un enorme cigarro de marihuana. Todos fumamos. En el parque donde estábamos había sido hacía poco, según contaron ellos, escenario de una emboscada brutal. Habían allanado y perseguido allí mismo el antiguo proveedor de hierba de la zona. Muchas camionetas Pathfinder y muchos polis sueltos. Muchas llamadas telefónicas por cobrar y muchos cableados por donde se escaparon muchas voces. Terrible, pero que les convenía a ellos a la larga. Muy pronto no tuve duda de nada.
- ¿Y qué dices?
- Me la llevo.
- Excelente.
El tipo de la bata me dejó su número para el futuro. Se llamaba Gabriel. Bajó del carro con su pijama, sus sandalias y su bata. Se había guardado las bolsitas de cocaína en uno de sus bolsillos, e inmediatamente se largó a su casa. A mí Pete, cara de chulo, me insultó antes de bajar de su deportivo blanco por haberle ocasionado tantas molestias. Yo le dije:
- Vamos, Pete, mi intención no fue molestarte.
Pete, cara de chulo, lanzó gritos aún más fuertes desde la ventana de su carro. Me dijo púdrete chibolo huevón, reconchetumadre, afeminado de mierda.
- Paz y amor -le indiqué, con una seña.
- Y feliz Navidad ¡conchetumadre!
- Hola.
- ¿A quién busca?
- Busco a Milagros.
El papá de Milagros asintió.
- Claro, por supuesto.
Se fijó en la hora.
Adentro, el ambiente era agradable, se respiraba otro tipo de aire y había un reloj sumamente viejo que podía ver desde la entrada. Todo lo demás era como blanco y dorado.
El viejo parecía despistado y cojo. Llevaba, si mal no recuerdo, la ropa del trabajo y un periódico. No sonreía.
- ¿No crees, que es un poco tarde?
Yo estaba despeinado y sucio. Todavía me vestía como hippie.
- Son las nueve -balbuceé.
- Sí, ya lo sé. -El viejo me dio la espalda- Espera aquí un segundo.
Y creo que entró, buscándola.
Era un auto deportivo blanco. Se estacionó en la esquina que daba justo frente al parque y me hizo una seña. Creo que apenas me vio me reconoció.
- Pete.
- ¿Cómo estás?
Le entregué los veinte dólares.
- Muy bien, hermano.
Pete, cara de chulo, me entregó dos bolsitas llenas de cocaína. Era mucha cocaína brillante. Había otro tipo, al que creo no vi o no me fijé bien, pero con seguridad llevaba el pelo rubio hasta los hombros y estaba demasiado drogado.
- Pete, te has equivocado.
- ¿A qué te refieres?
Pete estaba muy apurado.
- Lo que yo te he comprado es marihuana no esta porquería.
Pete, cara de chulo, se ofuscó.
- Mira, huevón, esta no es una porquería de mierda, es la mejor coca de Lima imbésil.
El otro tío, el que cabeceaba, susurró:
- Ahhhhh...
Pete, cara de chulo me metió en el deportivo blanco y aceleró la marcha. Casi no alcancé a hacerle una seña a mis amigos.
- ¿Y ahora?
- Mierda, ¿quieres marihuana, ah? ¿en serio no quieres las bolsitas? Son de primera huevón.
Me sentí muy confundido.
- Yo lo único que quiero es fumar.
Abrí una de las bolsitas y caté la calidad del producto.
- ¿Qué tal?
- No siento mi lengua.
- Buena, ¿no?
El tío que cabeceaba se reía y repetía palabras como un loco.
- ¿Qué le pasa?
- Se ha metido un trip.
- Oh, ya veo.
- Mira, huevón. Mira lo que hago por ti. Iré a casa de un amigo cerca a la avenida Aviación. Allí conseguiremos tu hierba, ¿okey?
- Sí, muy bien Pete.
- Hijo de puta. No me digas Pete. Dime tío.
. Okey, tío. -Y en seguida, al otro sujeto- Oye, hermano, cómo se siente estar en trip.
- Piugishoy2isyh82yxknkkjapk{a.
- Ya veo.
Pasamos junto a una Pathfinder. Pete fumaba cigarrillo tras otro. En seguida cuadró en una esquina y se metió con un espejo y con unas cañitas un par de rayas. Bajó del deportivo blanco y me dijo que tuviera cuidado con el loco.
Tocó el timbre de una casa de rejas negras. Un par de señores de edad salieron. Negaron la presencia de alguien. Pete, que en realidad en ese momento tenía cara de chulo terrible, se puso sus anteojos de sol y esperó detrás del auto. Los señores de edad abandonaron el lugar en un Ford de antaño. En seguida salió alguien de la casa. Estaba en pijama. Pete y él acordaron algo. El tipo se metió en la casa y Pete terminó de fumar su cigarrillo.
- ¿Qué pasó?
- Viene con el paco.
El tipo de la casa salió apurado con una bata encima. Se metió al carro y celebró el estado de su amigo, el chico del ácido. Luego me enseñó el paco.
- ¿Qué te parece?
- Hummm, se ve muy buena pero creo que por veinte dólares es poco.
El tipo de la bata rió.
- Le parece poco.
Todos rieron. Pasamos por un parque que nunca había visto en mi vida. El tipo de la hierba buena pero escasa prendió un enorme cigarro de marihuana. Todos fumamos. En el parque donde estábamos había sido hacía poco, según contaron ellos, escenario de una emboscada brutal. Habían allanado y perseguido allí mismo el antiguo proveedor de hierba de la zona. Muchas camionetas Pathfinder y muchos polis sueltos. Muchas llamadas telefónicas por cobrar y muchos cableados por donde se escaparon muchas voces. Terrible, pero que les convenía a ellos a la larga. Muy pronto no tuve duda de nada.
- ¿Y qué dices?
- Me la llevo.
- Excelente.
El tipo de la bata me dejó su número para el futuro. Se llamaba Gabriel. Bajó del carro con su pijama, sus sandalias y su bata. Se había guardado las bolsitas de cocaína en uno de sus bolsillos, e inmediatamente se largó a su casa. A mí Pete, cara de chulo, me insultó antes de bajar de su deportivo blanco por haberle ocasionado tantas molestias. Yo le dije:
- Vamos, Pete, mi intención no fue molestarte.
Pete, cara de chulo, lanzó gritos aún más fuertes desde la ventana de su carro. Me dijo púdrete chibolo huevón, reconchetumadre, afeminado de mierda.
- Paz y amor -le indiqué, con una seña.
- Y feliz Navidad ¡conchetumadre!
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